22/6/15

La salvación del rock que llegó del norte

A comienzos de los noventa el panorama musical parecía bullir de ingenio. Mientras bandas de thrash como Metallica y Megadeth se convertían en fenómenos masivos junto con Guns N' Roses, el grunge lo inundaba todo rápidamente. Pero se marchó con la misma velocidad con la que se fueron desinflando las nuevas propuestas de Pantera o Red Hot Chilli Peppers. Sin embargo, en las gélidas tierras del noroeste europeo surgieron nuevos géneros con bastante menos apoyo de los medios, pero que poco a poco encontrarían su hueco en la industria, como el black metal, el death sueco o un primigenio punk rock escandinavo.

En el contexto de una profunda crisis económica a comienzos de los noventa en los países escandinavos toda una escena se estaba gestando con un sonido bien anclado en la Michigan de los Stooges y MC5 . Bandas que curiosamente también se formaron en un contexto económico y social muy similar. Lo que ocurrió en Escandinavia en aquellos años tuvo muchos ingredientes en común con la formación de un movimiento musical, aunque muchos de sus protagonistas no lo vivieran como tal. Hubo un sello que aglutinaba nuevas bandas (White Jazz), los músicos pasaban de una banda a otra con la misma facilidad con la que cruzaban la calle, todos compartían una misma forma de hacer rock y, sobre todo, compartían una actitud.


Los orígenes 

En los setenta los ingleses The Creation y los americanos The Kingsmen sentaron las bases de un género, que ya se conocía por aquel entonces como garage rock. Por el lado más glam andaban The New York Dolls, pero de lo que se cocía a en aquella década en Estados Unidos, The Dictators significaría años más tarde uno de los referentes más potentes de toda la panda de muchachos que se dedicó al rock en las frías tierras escandinavas. Y es que The Dictators consiguieron fundir el rock and roll de los años sesenta con la mugre y el lúgubre ambiente de la Nueva York de aquellos años creando una imagen y un arquetipo que ha sobrevivido durante años.

No es hasta los ochenta cuando encontramos el verdadero germen local de este sonido, con bandas como The Nomads o Union Carbide Productions y su posterior proyecto The Soundtrack of Our Lives, que se inspiraban claramente en MC5 o The Stooges. Muy cerca del área escandinava, en Finlandia, aparecieron Hanoi Rocks, otro referente indiscutible aunque habitualmente se encuentren en el enorme cajón del hard rock y el glam. Pero si hay un disco totalmente indispensable ese es Enjoy the Creeps!, que incorporaba muchas de las características que más tarde tendrían los grandes del rock escandinavo de finales de los noventa: guitarrazos sucios pero efectivos y un tremendo gusto a la hora de rescatar lo mejor del rock de décadas pasadas.


Los años dorados y los grandes referentes 

Entre 1997 y 1998 se editaron los que serían los discos de las bandas puntales del movimiento: Payin’ The Dues de The Hellacopters, Total 13 de Backyard Babies, Soaring With The Eagles At Night de Gluecifer y Apolypse Dudes de Turbonegro. Unos trabajos que, además de un sonido, compartieron unas portadas que no llamaban la atención demasiado y, en algunos casos, provocaban dudas sobre lo que te ibas a encontrar. Sin embargo, un buen número de aficionados encontraron aquí un soplo de aire fresco con respecto a todo el rock que se estaba haciendo por aquellos años y en poco tiempo muchos se desvivieron por encontrar bandas similares un poco antes de que internet nos lo pusiera todo más fácil.

La actitud: Backyard Babies 

A finales de los ochenta Backyard Babies ya andaban editando algún EP y dando conciertos en su ciudad natal. Pero no es hasta 1994 cuando graban su primer disco y comienzan a ser visibles. Cuatro años más tarde editan Total 13, su obra cumbre y el trabajo que les lleva a telonear a Monster Magnet en sus años de mayor éxito con Powertrip. De ahí a fichar con una multinacional y a lanzarse al estudio a grabar el que se preveía como el disco definitivo. Sin embargo, Making Enemies Is Good se quedó a mitad de camino, demasiado punk para unos y demasiado glam para otros, pero sobre todo con unas composiciones que no llegaban al nivel de su anterior entrega.

Dregen y sus compañeros estuvieron a punto de tocar la gloria, pero les faltó algo. Quizá algo más de suerte y menos prisas, porque de su parte pusieron la imagen y las canciones, pero algo falló después de un enorme trabajo como fue Total 13. Desde entonces su trayectoria ha sido irregular, pero no parecen haber perdido las ganas de formar parte de los más grandes, aunque probablemente su momento haya pasado.

El talento: The Hellacopters 

The Hellacopters han sido claramente una de las bandas escandinavas más lúcidas e inspiradas. Sin contar un buen número de ep’s, splits y demás, su discografía es de las más completas. Desde sus tres primeros trabajos, más punks, hasta su último disco de temas propios Rock & Roll is Dead, pasando algunas de las obras cumbre del rock escandinavo, como High Visibility, y By the Grace of God, estos tipos han sido una de las formaciones con más personalidad y un sentido de la identidad más acentuado de los últimos veinte años.

De algunos de sus miembros han salido más tarde algunos proyectos muy interesantes, como Thunder Express y Dundertåget, de Robert Dahlqvist, o Imperial State Electric, del incansable Nick Royale, un músico de esos a los que merece la pena seguirle la pista. Porque, además de su pasado con Entombed, algún proyecto breve como Supershit666 y su participación en dos álbumes con Death Breath, grabó un par de discos tremendos con Scott Morgan de Sonic’s Rendezvous Band bajo el nombre de The Solution.


El espectáculo: Turbonegro 

Formados en Oslo a finales de los ochenta, desde sus comienzos siempre han sufrido los varapalos que conllevan demasiados cambios en la formación. Sin embargo, eso no impidió que fueran capaces de grabar algunos de los discos más importantes del género, como Ass Cobra o Apolypse Dudes , que era un homenaje a la historia del rock que incluía pasajes directamente copiados de grupos como The Dictators, Ramones e incluso Iron Maiden. Una divertida forma de condensar todas sus influencias.

Después de su separación en 1998 regresaron en 2002 con varios conciertos y, un año más tarde, editaron el irregular Scandinavian Leather, que aún tenía unas pocas canciones dignas de años anteriores. Desde entonces, entre salidas y regresos de uno u otro miembro de la banda, han seguido editando discos, pero ya sólo aptos para nostálgicos y acérrimos.


La energía: Gluecifer 

Una de las bandas que más halagos ha recibido en innumerables ocasiones por parte de Nick Royale (incluso dio sus condolencias a todos los fans del rock, incluido él mismo, cuando se enteró de su disolución). Formados en Oslo a mediados de los noventa, tuvieron en sus filas a dos de los tipos más carismáticos de todo este movimiento: Captain Poon y Biff Malibu. Unos de los mejores guitarristas de los últimos veinte años por un lado y un vocalista que lo aunaba todo por otro, un auténtico crooner del rock.

Si bien Soaring with the Eagles at Night y Tender is the Savage son dos trabajos enormes, su última grabación, Automatic Thrill, supuso un pequeño giro. No fue lo que muchos esperaban de ellos, aunque aportaba frescura y una mayor cantidad de matices con respecto a sus anteriores trabajos. Un año después la banda se separó y desde 2007 Captain Poon está dedicado a su banda Bloodlights que, de momento y a pesar de tener unos cuantos buenos temas, no han estado al nivel de Gluecifer.


 ¿El regreso al underground? 

La industria no tuvo su mirada puesta demasiado tiempo en esta pequeña pero intensa escena. Se llevaron pronto sus departamentos de marketing y sus contratos. Pero la realidad es que la mayor parte de estas bandas no tuvieron mayor presencia en los medios que la de ser citadas de paso cuando Backyard Babies copaban portadas con su Making Enemies is Good. Los mismos Hellacopters, que sacaron High Visibility y By the Grace of God con Universal, no tuvieron apenas apoyo de la multinacional para la gira de presentación del álbum en Estados Unidos, como se puede ver en la recta final de la gira americana de 2002 en el imprescindible documental Goodnight in Cleveland. Así que, simplemente, cuando se apagaron los focos todo seguía estando en su lugar: el underground. 

Un underground en el que podemos encontrar a unas cuantas bandas que nunca dejaron una muy honorable segunda fila, como The Flaming Sideburns, cuyo trabajo Hallelujah Rock’n’Rollah es una buena forma de adentrarse en su discografía. Un poco más conocidos, seguramente por haber compartido batería con Hellacopters, son The Sewergrooves. Una banda realmente interesante, con discos muy recomendables como Three Time Losers o Trouble Station. La mitad de ellos, además, tienen un proyecto paralelo, The Royal Cream, cuyo único disco no está nada mal. Incluso podemos mencionar a otros que iban por unos derroteros más clásicos, como Diamond Dogs, pero que acabaron metidos en el mismo saco.


Ya bien entrados en siglo XXI todo el panorama de rock escandinavo había pasado a mejor vida, pero siguieron surgiendo bandas con propuestas similares, como Märvel o Midnight Scrapper. Pero si tuviéramos que mencionar tres bandas como dignas sucesoras de Hellacopters, Gluecifer y Turbonegro esas serán sin duda Captain Murphy, Brut Bugaloo y Dollhouse. Quizá ellos hayan sido los mejores representantes de una segunda oleada de rock escandinavo que nunca apareció en portadas, porque desde aquellas frías tierras siguen llegando grandes bandas de rock gracias a un movimiento que trajo al género no sólo una renovada inspiración sino también algo tan aparentemente sencillo como infrecuente: actitud


* Artículo publicado originalmente en el número 3 (marzo de 2015) de la revista Nevermind.

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